Discurso de nombramiento

Les comparto el discurso que di en la 117 Asamblea del INFONAVIT, despúes de tomar protesta como Director General del Instituto:

Maestro Román Meyer Falcón, Secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano

Don Carlos Aceves del Olmo, Secretario General de la Confederación de Trabajadores de México

José Manuel López Campos, Presidente de CONCANACO SERVYTUR

Don Rafael Riva Palacio Pontones, Secretario General del Sindicato de Trabajadores del INFONAVIT.

Distinguidos Miembros del Presidium

Representantes de los tres sectores que conforman el Instituto.

Equipo de trabajo, compañeras y compañeros del Infonavit.

Buenos días y muchas gracias a todos por su presencia.

Me siento muy honrado y agradecido.

Agradezco al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, al licenciado Andrés Manuel López Obrador, por proponerme para encabezar esta gran institución, patrimonio de las y los trabajadores mexicanos.

Le reitero públicamente que el Infonavit servirá de apoyo en su promesa de no fallarle a los mexicanos.

Agradezco la confianza que me ha manifestado hoy, con su voto, esta honorable Asamblea. Mi compromiso, institucional y personal, es honrarla con mi trabajo responsable y entusiasta.

Asimismo, quiero agradecer de manera muy especial y afectuosa al Secretario Román Meyer Falcón, quien me antecedió en el uso de la palabra. Desde hace una década hemos trabajado juntos por una visión compartida del desarrollo urbano.

Le reitero, Secretario, la disposición para trabajar con usted desde esta nueva responsabilidad por la transformación del país.

Agradezco, por supuesto, a mi equipo de trabajo, mujeres y hombres profesionales y éticos que, estoy seguro, harán un gran trabajo en el Instituto.

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El inicio de todo ciclo implica el análisis del camino andado y el replanteamiento de las metas por conquistar.

En nuestro caso, los meses de transición han servido para acercarnos y conocer a los representantes de los sectores que dan vida al instituto: los líderes obreros, patronales y los servidores públicos.

Nos entusiasma haber encontrado aliados sinceros y generosos, que comparten el diagnóstico de la necesidad de cambio y el compromiso por reconocer plenamente a las y los trabajadores como el centro de nuestras prioridades.

La instrucción de nuestro mandato será precisamente esa: dirigir un instituto eficaz, austero, y, sobre todo, cercano a las y los trabajadores; ocupado en su bienestar.

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El Infonavit es y ha sido una institución fundamental para cambiar la realidad de millones de familias mexicanas.

Desde su origen, hace prácticamente medio siglo, la vivienda se entendió como un mecanismo de dignificación del trabajo y del trabajador, pero también como un derecho con poder multiplicador.

Es decir, un derecho que posibilita el ejercicio de otros derechos.

Una casa no es una mercancía; es la seguridad de un patrimonio; es la materialización de una comunidad; es la tranquilidad de futuro y la promesa de bienestar.

La vivienda ha sido bastión de movilidad social y de estabilidad.

Por eso, es difícil cuantificar la labor del Instituto con meros indicadores de gestión.

Haber entregado 10 millones de créditos o que 1 de cada 3 viviendas mexicanas hayan sido financiadas a través del Infonavit son, sin duda, orgullos institucionales.

Pero las cifras no alcanzan a dimensionar realmente el bienestar generado, las vidas fortalecidas, las familias empoderadas. Deben sentirse orgullosos de estos enormes logros.

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Ahora bien, para cumplir mejor con este mandato, también debemos reconocer que el Instituto enfrenta retos muy importantes.

Con base en el análisis preliminar que hemos realizado, nos hemos propuesto un plan de acción inmediato en cuatro áreas:

En primer lugar, la reducción de los costos operativos del instituto en su actividad sustancial.

En términos unitarios se ha duplicado el costo operativo de otorgar cada crédito, sin que haya una razón económica o contable para ello.

En el mejor de los casos, esto responde a ineficacias. En el peor, a corrupción. Si queremos un verdadero cambio, no podemos solapar ninguna de las dos.

Recordemos que el dinero del Infonavit no le pertenece ni a sus directores ni al gobierno: es patrimonio exclusivo de las y los trabajadores de México.

En segundo lugar, trabajaremos en la disminución de la cartera vencida que también ha crecido.

Para esto debemos entender y prever las condiciones que llevan a la incapacidad de pago de nuestros trabajadores; debemos de acercarnos a este problema desde un enfoque humano, en vez de atenderlo de forma punitiva.

Muchos casos de incumplimiento se originan con la autorización de créditos para vivienda totalmente inútil. Es decir, vivienda que no cuenta con los servicios suficientes para una vida adecuada, que está lejos de los centros de trabajo o del grupo de capital social de las y los trabajadores.

Esta inversión se convierte en vivienda abandonada masivamente, que implica un desperdicio de los fondos del instituto; del trabajo del sector privado y ejemplifica la desprotección de las familias.

En tercer lugar, y relacionado con el punto anterior, supervisaremos un gasto responsable.

El Infonavit maneja recursos de los trabajadores. No me cansaré de decir que es su dinero. No se puede gastar en inversiones irresponsables o, en el peor de los casos, fraudulentas.

Los intereses económicos particulares no pueden ser nunca directriz de gasto. Es, de hecho, una traición a los trabajadores y a la confianza que les pedimos que nos tengan.

Sin perder su compromiso con la eficiencia, el Estado debe recuperar la rectoría de las decisiones de vivienda, impidiendo que la ambición ilegítima de unos cuantos predomine sobre el bienestar de la mayoría.

Finalmente, propongo una estrategia de acercamiento con las y los trabajadores de México.

Tiene que ser muy claro que ellos son los dueños de este fondo y que tienen derechos y obligaciones sobre él.

A algunos de ustedes ya les he platicado esta anécdota, que, para mí, representa claramente este reto.

En el periodo de transición, en una de las más de CINCUENTA reuniones que sostuvimos con la administración anterior, un servidor público, me regaló un libro – tan extraordinario – que a la fecha no puedo concebir que exista: el “diccionario de terminología especializada” del Infonavit.

Un diccionario. Piénsenlo un momento.

¿Cómo podemos plantearnos tener una institución cercana, transparente y sensible, con resultados claros, si necesitamos un diccionario para traducir nuestra labor?

Y, no me entiendan mal, estoy seguro de que la redacción de ese diccionario surgió de la intención más noble.

Sin embargo, a mí me confirmó la necesidad de replantearnos nuestra misión en términos de su objetivo principal, en función de las y los trabajadores, y con la claridad que una institución eficaz requiere.

En congruencia con las directrices de honestidad y justicia que la Cuarta Transformación de la vida pública del país ha asumido, debemos entendernos como instrumento de los más vulnerables.

Debemos ser garantes de sus derechos. Muchas trabajadoras, muchos trabajadores, no conocen sus derechos.

Es más, muchos de los más jóvenes han dejado de pensar en las prestaciones sociales como un derecho que pueden exigir.

La precarización del trabajo ha llevado al desánimo a millones de personas. Desde el Infonavit también tenemos la posibilidad de sensibilizarnos a esta realidad y ampliar la ambición de nuestra gestión para incidir en el mejoramiento de relaciones laborales.

Resulta innegable que, en la medida en que Infonavit cumpla con su labor, mejorará la relación productiva y laboral.

El trabajo debe ser una actividad dignificante y justa. Los trabajadores, en recompensa de su productividad, necesitan prestaciones sociales que garanticen su bienestar.

Tener una casa adecuada, tener seguridad social, tener derecho a un retiro digno y suficiente no son excentricidades, sino logros colectivos legítimos de las grandes mayorías.

Y, en ese sentido, debemos ser instrumento para la satisfacción de estas necesidades y de la garantía de estos derechos.

Somos, una institución que cuenta con la voz de los trabajadores organizados, conscientes de sus derechos. Contamos con la voz de las empresas, que conocen de eficiencia y productividad. Tenemos los insumos. Tenemos todo lo necesario para entregar una gestión eficiente.

Tenemos también el fundamento ético para hacerlo. Somos una institución nacida por, de y para los trabajadores. Ellos justifican nuestra existencia. Somos, literalmente, administradores de SU riqueza.

Y sólo cuando entendamos que los trabajadores son origen y fin de nuestra gestión, podremos sentirnos verdaderamente responsables de ella.

Enfrentamos retos que tienen origen en decisiones pasadas, pero precisamente por eso soy optimista.

Si las decisiones pasadas han llevado al Instituto al momento que hoy vive, nuevas decisiones pueden llevarlo a un escenario más próspero, que dé cumplimiento a su encomienda y honor a quienes somos responsables de ella.

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El proceso de transición ha sido de enorme aprendizaje y profunda satisfacción. He podido imaginarme un Instituto diferente y la ruta para lograrlo.

He encontrado un equipo que comparte este entusiasmo.

He sido servidor público por muchos años. En encargos previos tuve oportunidad de participar en áreas de atención ciudadana y defensa de los consumidores.

Confío en la vocación pública, en el poder de las políticas del Estado y en la necesidad de sostenerlas en la técnica responsable.

Creo en la honestidad y pasión por el servicio público, para trabajar todos los días en beneficio de los demás.

Creo en un Estado que iguala oportunidades y fomenta el bienestar.

Creo, también, en un Estado eficiente, racional, sensato.

Confío en el trabajo con la iniciativa privada. Desde ella, de hecho, promoví la competencia económica socialmente responsable.

Sé que el empresariado comparte la preocupación por un país más justo e igualitario.

Mi formación es liberal y es técnica. Mi convicción es usarla como instrumento para la justicia social.

En estos años de servicio, he aprendido que el éxito no es una empresa individual. Por eso les pido a todos ustedes, miembros de la Asamblea y de los sectores aquí representados, les pido que sean mis aliados, aliados de los trabajadores, que sean el motor que permita transformar nuestro Instituto. Logremos convertirlo en un ejemplo de eficiencia, eficacia y sensibilidad social.

Confío en que en poco tiempo lograremos un avance significativo en los retos más apremiantes. También confío en que, con el paso de los meses, podremos plantearnos agendas cada vez más ambiciosas.

El Infonavit puede ser la institución que está llamada a ser y yo he hecho el compromiso, público y personal, de guiarla en ese sentido.

Finalmente, reitero mi sincero agradecimiento por la confianza que han depositado en mí y mi compromiso honesto por honrarla.

Sigamos adelante en este encargo colectivo, México y sus trabajadores lo merecen.

¡Muchas gracias!